Una gran parte de los productos que hoy día adornan las mesas de lujo tienen su origen simplemente en una manera primitiva de conservar aquellas materias primas que, a falta de neveras, se echaban a perder en pocos días si no se trataban con aditivos conservantes.
Antaño las frutas se conservaban en miel (el azúcar de caña se empezó a consumir en España en el siglo VIII, traída por los árabes que aprendieron la técnica al invadir Persia que a su vez la cogió de los azucareros de Bengala), lo cual era un lujo desorbitado ya que esta era escasa y tan solicitada que solo podían acceder a ella los cortesanos.
Con los siropes y melazas obtenidos de la caña, la conservación de las frutas, y su consiguiente consumo, se popularizó bastante mas, pero aún así fue objeto de deseo reservado a las altas clases hasta que en el siglo XVI se creasen las grandes plantaciones e ingenios en las colonias caribeñas.
Hasta finales del XIX en que el invento napoleónico del azúcar blanca no empezó a dar resultados industriales, el producto de la caña siempre fue muy caro.
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Ingredientes:
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1 kg fruta
700 g azúcar Tiras de piel de limón Canela en rama |
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Preparación:
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1. Pelar y trocear la fruta.
2. Cocer la fruta con la cáscara de limón, la canela y el azúcar durante 25 minutos. Remover constantemente con una cuchara de madera para evitar que se queme. |